domingo, 17 de enero de 2010

Rafael Camperos



Tras vivir la infancia en el sector de Circunvalación (Cúcuta); el cuarto de siete hermanos, hijo de Timoleón y Lucila, estudió la primaria en la escuela del barrio donde decidió radicarse por completo, Guaimaral.

Luego de pasar por el bachillerato nocturno, Rafael Antonio Camperos Higuera se graduó como Administrador Turístico en la Corporación Educativa del Oriente.

Además, estudió Promotoría Cultural en la Universidad Francisco de Paula Santander y en la actualidad, lleva seis semestres de Comunicación Social en la Universidad de Pamplona.

También ha hecho diplomados en Gestión y Desarrollo Social y en Conciliación en Equidad, y el gusto por la gastronomía lo llevó a estudiar Cocina Internacional, en el Sena.

Debido a su curiosidad por el aprendizaje y tener una memoria prodigiosa, la mamá lo llama ‘el Sabio Caldas’.
Del matrimonio con Mery Edilia Reyes, nacieron Jaqueline, Nataly, Jhonatan y Fredy.

Este hombre notable por su energía y actividad diaria, al que nunca le ha gustado beber licor, sino solamente ‘tomar el pelo’, tampoco ha dejado de preocuparse por problemas de sus paisanos cucuteños.

Por eso su trayectoria profesional ha estado influenciada por la parte social y el trabajo comunitario.

Cuando Rafael Camperos trabajó para una caja de compensación familiar (Comfenalco) por ocho años, participó en la promoción del turismo social en la ciudad y ahora, asesora turísticamente al Municipio.

De igual forma, se desempeñó como líder social y fue cuatro veces presidente de la junta de acción comunal del barrio Zulima.

Entre otros oficios, laboró en el Banco Nacional de la Sabana, durante tres años. A su vez, fue asesor contable y de seguros.

Desde temprana edad, ha practicado atletismo y montado bicicleta. Incluso participó en un campeonato juvenil de ciclismo en Pereira.

Considera que el deporte le ofrece una buena calidad de vida, pues se da el lujo de afirmar que no toma medicamentos de ninguna clase, y que las cuatro fracturas que ha sufrido se las ha curado a punta de comer patas de pollo.

¿Cuál fue su primer empleo?

Tenía unos 10 años y fue como carpintero, porque me gustaba tener mi platica. Luego pintor (de brocha gorda) y vigilante.

¿El buen sentido del humor hace parte de su vida?

En reuniones sociales nunca echo chistes, simplemente me gusta el apunte jocoso como por divertir y sobre todo, burlarse de uno mismo que es lo más importante. Tengo ese espíritu de reconocer los errores.

¿Cuáles son sus otras aficiones?

La fotografía siempre me ha gustado, pues mi padre tenía cajas de fotografías que aún conservo junto con rollos e imágenes en digital. Sobre todo me gusta fotografiar personalidades y paisajes, capturar el aspecto humano. Además, me encanta cocinar pues en la familia hay una tradición culinaria. También escribo cuentos y he sido un lector acérrimo.

¿Le han puesto algún apodo?

Como a mi hermano mayor le decían ‘El Chulo’, aún hay quienes me dicen ‘El Chulito’ porque no dejo de practicar el ciclismo. Lo tomo con mucho cariño porque al fin y al cabo es algo a nivel deportivo. En la Universidad muchos compañeros me llaman ‘El papá’.

¿Qué tanto practica el deporte?

Al día, mínimo hago 20 kilómetros de carretera. No suelto la bicicleta. Decidí hace rato volverme ecológico y vendí el carro porque en dos oportunidades lo dejé olvidado. No es que no tenga dinero, sino que prefiero montar en bicicleta o caminar porque así colaboro con el ambiente.

¿Cuántos accidentes ha sufrido?

Soy veterano en fracturas, sin contar las de competencias ciclísticas, llevo cuatro (tobillo, brazo, pierna y clavícula). Pero en ninguna he sentido dolor.

¿Qué lo pone de mal genio?

Me molesta la injusticia social, porque esa es la razón de ser cuando trabajo por la comunidad, tanto en la Liga de Consumidores como Conciliador en Equidad. Aunque no me pagan por ninguno de estos trabajos sociales, trato de conservar la calma pues esto me disgusta.

¿Cuál ha sido el pleito más fuerte en defensa del consumidor?

Son tantos que no se puede decir cuál ha sido más fuerte, pues son constantes los problemas en el préstamo de los servicios públicos, no sólo en Cúcuta sino en toda Colombia. Si las empresas no nos ponen cuidado entonces tenemos que hacer como Kiko el del Chavo y “acusarlos con las mamás” que son las superintendencias: de Servicios Públicos, de Industria y Comercio, la Financiera, de Seguridad y la de Salud. Hay casos en que toca ir a la segunda instancia y ver que empresas sufren porque les aplican sanciones y multas millonarias por violar derechos del consumidor.

¿Alguna vez le han violado los derechos como consumidor?

Al contrario, cada vez que se presenta esa circunstancia también uno exige la garantía. En una ocasión, reclamé en un almacén de cadena porque había comprado una cámara fotográfica que tenía una falla. La ley, que es el Estatuto del Consumidor, dice: ¡El que responde es el que vende!.

¿De quién es el problema, de las empresas que hacen la letra menuda o del cliente que no lee?

Quizá el consumidor no la quiere leer. Pero como soy miope, gozo leyendo la letra pequeña. Uno constantemente da información y capacitación a la comunidad, les digo que antes de comprar consulten el órgano más sensible del cuerpo humano que es el bolsillo, que deben leer y no dejarse llevar por el impulso, para saber si tienen poder adquisitivo y que no compren algo que a la larga lo pierdan y tengan que pagarlo.

¿Cómo se hace valer la garantía con productos de contrabando?

Aun al comprar en San Andresitos, hay garantías, aunque sea a regañadientes porque uno demuestra la disposición legal. Donde no puede funcionar por obvias razones, es en almacenes ‘agáchese’ que son los de la calle, porque estos no son establecimientos comerciales. De resto, aun en el mercado de la Sexta funciona la garantía.

¿Cuáles son los servicios públicos que tienen más deficiencias?

Es como en la hípica, van nariz por nariz y se mantienen, Colombia Telecomunicaciones y Aguas Kpital. A pesar de que han mejorado, todavía tienen deficiencias en la prestación del servicio. Luego, está la telefonía celular y los electrodomésticos. Bastante distantes siguen: Aseo, Energía Eléctrica y Gas, que cuentan con pocos reclamos.

¿Qué significado tiene defender los derechos del consumidor?

Es un compromiso personal que me llena de satisfacción. Cuando veo las personas contentas por ganar, les digo que lo único que me deben es una bendición por ellas y otra por mí y nada más, porque esto no representa ningún honorario.

¿Qué no le gusta de Cúcuta?

Que alguien arroje mugre a la calle, pues me gusta el civismo y el aseo. Es preocupante ver tanto elemento contaminante, por eso invito a ser ambientalistas.

¿Qué otras profesiones le hubiera gustado ejercer?

Aunque pasé por varios cargos en un banco, como jefe de cartera y de cobranzas, por archivo, caja y almacén, no pude ser ni gerente, subgerente, secretario general o auditor. También me hubiera gustado ser ingeniero o aviador.

¿Qué proyectos tiene?

Aspiramos a que salga el Boletín del Consumidor Cucuteño, que está aprobado por el Concejo y será transmitido por televisión local. De esta manera, seré el ‘Tal Cual’ de Cúcuta. Además, con un hijo que es ingeniero electrónico, esperamos montar una emisora para trabajar con comunidades.

¿Qué propuesta haría si fuera presidente de la Confederación Colombiana de Consumidores?

Con el actual presidente es difícil cambiar algo, porque él tiene un trabajo importante. Lo único sería impulsar una reforma o actualizar por vía jurídica, no por decreto sino ley, la defensa del consumidor. Crear la figura del Defensor del Consumidor pero que no dependa del Estado ni de las empresas.

¿A qué le teme?

Nisiquiera a la muerte, porque es parte de un proceso. El único temor es a quedarme quieto, Dios nos libre de una invalidez. De resto a la desidia. Mi mamá dice que hasta ahora cumplió 87 años de edad y que hasta cuando uno se está muriendo, aprende algo nuevo.


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